martes, 4 de noviembre de 2014

Un Picasso a cambio del soterramiento.


Hoy en día es sencillo y frecuente encontrar obras de Picasso expuestas en salas públicas y galerías de Murcia. Ya en los años 70 la galería Yerba mostró una colección de grabados en una individual histórica y pionera que acarreó grandes dosis de polémica en una ciudad que se adaptaba a los nuevos tiempos, y que marcó un hito para los creadores y amantes del arte.

Pero investigando la presencia del maestro en la región, tenemos poco antes un episodio tan interesante como singular. Ramón Martínez Artero fue un diplomático nacido en Mula que ocupó distintos cargos en la embajada de París durante los años 40, entre ellos el de embajador, para pasar a ser después
cónsul en Roma.

Durante su estancia en la capital francesa trabó amistad con muchos de los artistas españoles en el exilio, entre ellos Picasso. Prueba de ello es el dibujo que le dedicó en la primera página de una monografía publicada por Skira. Esta pieza, verdaderamente interesante, formaba parte de la gran colección y biblioteca que acumuló en su casa, cercana a las vías del tren de la capital a su paso por El Rollo, y así se hacía eco de su existencia este periódico en 1977. 

En las temporadas que pasaba en Murcia hizo todo lo posible por lograr el soterramiento y así evitar las molestias que le provocaban los trenes al pasar, pero nunca lo consiguió, pese a su evidente peso en el régimen. Poco antes de morir –sin descendientes- hizo saber su voluntad de ceder su colección a Murcia, poniendo entre las condiciones que las vías fueran soterradas (hablamos de los años 70). Pero no ocurrió, y su colección fue vendida por los herederos. Era esta una colección interesante en su conjunto, creada sin una disciplina clara, sin guión, como deben ser las verdaderas colecciones personales. Desde cuadros de las vanguardias a esculturas de Salzillo, contenía una parte de etnología, objetos de loza, ropa… sin duda hubiera sido algo digno de ver, de haber sido capaces entonces de retenerla en la capital. Pero no, como tampoco hemos conseguido ocultar las vías que, como si del siglo XIX se tratase, convierten Murcia en dos ciudades, y a sus habitantes en ciudadanos en primera y de segunda.

Gracias a la inestimable ayuda de mi amigo el galerista Rafael Ortiz he localizado ese Picasso que pudo ser patrimonio de todos los murcianos y a la vez lograr el tan ansiado soterramiento que hoy se exige como
condición innegociable para la llegada del AVE. Se encuentra en una colección sevillana que se hizo con parte del legado de Martínez Artero.

Artículo de 
Nacho Ruíz publicado en La Verdad (Octubre de 2014)

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